Hay pocos negocios que se hayan creado hace casi 160 años y que aún funcionen a pleno rendimiento. Pero son aún menos los negocios que empezaron su andadura a mediados del siglo XIX con una mujer al frente.
Con una producción que llega hasta los cinco continentes y que cuenta en su haber con colaboraciones de prestigiosos diseñadores, pocas son las personas que saben que Cerabella nació del empeño de una joven, Francesca Abella, que abandonó su pueblo natal, en los Pirineos, tras el fallecimiento de su padre en el río Segre mientras realizaba su trabajo como arriero.
Francesca derribó prejuicios y obstáculos y levantó un negocio próspero que ha sabido reinventarse tras casi 160 años. Hoy la empresa no solo es un de referente, sino que vela por un legado de valor incalculable. Una manera de entender la cerería desde un espíritu inconformista y valiente, respetuoso e innovador, como su fundadora.
La historia de Cerabella es también la historia de una ciudad, Barcelona, y un país que luchaba por rehacerse en cada paso. Hoy, con Antoni Anglès al frente, descendiente de su carismática fundadora, su existencia parece casi un milagro. “Apenas quedan cererías, las que han sobrevivido al siglo XX se cuentan con los dedos de una mano”, explica.
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